DESESPERACIÓN ANTE EL ABISMO

No sé muy bien qué hago aquí plantado en medio de esta inmensidad. Sólo me asomé a esta cumbre y me quedé asombrado de mi infinita soledad.
Fría, nebulosa, inquietante soledad.
Sólo yo en el último rincón del mundo, alejado del infierno de la ciudad.
He estado caminando durante cinco, seis, ¿cuántas horas?
No llevo ni reloj ni consciencia. Sólo este cuerpo, este bastón, este traje, que me han traído hasta aquí, como empujado por una necesidad.
¿Quién me echará en falta? ¿Quién, notando mi ausencia, preguntará por mí, y se preocupará de mi paradero? A buen seguro que nadie. A nadie en este mundo le importa lo que yo haga: si salgo, si entro, si vengo aquí, si por aquí me despeño.

Late más deprisa mi corazón.
¿Lo había pensado antes? ¿Era eso, en el fondo, lo que me ha traído hasta aquí?

De repente, miro hacia abajo. Una gotita de sudor frío me desciende desde el cuello y baja lentamente por la espalda; me estremezco todo; tiemblo como un niño, porque tengo miedo, más del que nunca he tenido. Y sin embargo, todo yo permanezco inmóvil, como con aplomo. Pero Dios mío, ¡lo que ven mis ojos! Debajo de mí, el abismo se abre, acechante, acuciante, y ni siquiera puedo ver el fondo, todo cubierto por esa alfombra de niebla que quisiera creer que amortiguará mi caída. Pero yo sé muy bien lo que hay: piedra dura, fría, mortal, asestando el golpe asesino, y una crisma rota, unos ojos sin brillo, un cuerpo inerte, que ya no serán míos, porque yo, por fin, me habré ido.

Sigo sin moverme, todavía parapetado con mi bastón detrás de la roca más alta. Imaginarlo es horrible, más para mí, siempre debilucho y cobarde. Una vez, cuando niño, allá muy lejos en la playa, me retaron a saltar al mar desde una roca, delante de mis hermanos, de mis amigos –que por entonces los tenía-, de todos los míos. Y qué vergüenza, porque yo no fui capaz.

Aprieto los dientes, rabioso. ¡Es necesario! – me digo. Soy ahora yo el que me reto, el que adelanto ligeramente un pie, el que inclino mi cuerpo un poco más. Me parece que algo me alienta, me atrae, hacia ese mar de niebla que se extiende a mis pies. Quisiera ahora hundirme en él para siempre, dejar que me devore, y desaparecer.

Sí, no, sí, no, sí, sí… es el viento que me azota la cara, que agita la niebla, que me agita el alma.

¡Pero qué dolor, qué sufrimiento! Y saber que más allá de esta niebla infernal no habrá nada. ¡Nada! Desaparecer sin más, ser pasto de gusanos y carroñeras… pero a mí que más me da, porque ya estaré muerto.

Espanto, pero descanso. Fin de otra muerte más lenta y más trágica, pero muerte también.
Sí, no, sí, no…
¡Qué infierno, y qué locura la mía, la de este segundo antes! ¡Qué horror tener que decidir si ser mi propio asesino! Y este maldito viento, y esta maldita vida, y yo siempre maldiciéndola, y ahora no poder deshacerme de ella.

Sí, no, sí, sí, sí… pero ya no estoy aquí, ya me voy… sí, sí, sí… no merece la pena…sí, no… ¡…pero morir…!...
No. No. No. ¡NO!
Silencio. Nada más que eso; ya no hay viento.
Una piedrecita se ha desprendido y cae rodando por el precipicio. La veo chocar una y otra vez contra la roca, y desvanecerse en lo más hondo. Y mis ojos se humedecen del horror.
No lo haré, no. No puedo.
Esta vez no me avergüenzo.


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Pintura: "Caminante sobre el mar de niebla", de Caspar David Friedrich.
Texto: Esperanza

5 comentarios:

A.Dulac dijo...

Grandioso el cuadro,a saber que se puede pensar en esa cúspide con el mundo a tus pies,o lo que pensaría el autor del cuadro.

Tu imaginación ha trazado una historia en su entorno que es lógica y terrible ,una decisión terrena para la eternidad.
Muy buena Esperanza cada día un poco mejor,un abrazo de A.Dulac

Leodegundia dijo...

Es curioso, nada más empezar a leer pensé en ese cuadro en concreto y tengo que decirte que la historia que desarrollaste sobre él está estupenda. Te felicito.
Un abrazo y buen fin de semana.

Guiomar dijo...

Muchas gracias a las dos por vuestros comentarios, me animáis mucho ; al principio pensé que se trataba de algo demasiado chocante, pero luego me decidí a escribirlo... además, lo importante es que al final decide no lanzarse al vacío.

Un beso muy grande,
Esperanza

Rafael Vázquez dijo...

Me gusta la idea de esta forma "peculiar" no sólo de contemplar, sino también de "vivir" el arte. Te introduces en lo que pudo ser la "inspiración" del autor, y conectas por encima de la obra en sí con su esencia, entrando así de lleno en el mismo autor de la obra de arte ¡genial!

Guiomar dijo...

Muchas gracias por tu comentario, Rafa, me alegro de que te haya gustado la idea del blog y esta entrada en particular.

Un saludo,
Esperanza :)

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