Sangre, miedo, fusiles: ¡Muerte inminente!
El más osado de todos ha abierto sus brazos, desafiante, entregado ya a su inevitable destino. Valeroso ha sido hasta ahora–más de diez de los otros ha matado- y ahora lo será también: ya su cuerpo espera y anhela esa carga no temida, esa carga de una vez, para abrirse y desangrarse igual que los caídos a sus pies.
A su lado, un compañero mira sin ver, con los ojos fuera de sus órbitas, más aún, de sus cuencas; sólo Dios sabe lo que piensa.
Menos atrevidos son los de atrás… no son capaces de mirar a sus verdugos.
Segundos antes de un crimen, uno más entre tantos cometidos en esta espantosa guerra.
Los soldados asesinos, máquinas de matar, todos iguales y uniformes, se preparan para disparar. Es la cobardía siempre odiosa de estos desalmados invasores, que quitan la vida a los desarmados defensores de lo suyo: su patria, su oro, su rey.
La multitud contiene el aliento; saben que detrás de estos irán ellos, justo en el mismo sitio funesto, pero con más cadáveres en el suelo. Y saben que pierden a Perico, a Paquito, a Bartolomé, y a tantos otros para siempre.
¡PLAF! ¡PLAF! ¡PLAF!
Y un silencio de muerte.
La noche madrileña de este principio de mayo se hace más fría. Unas cuantas almas han dejado de respirar.
Dios mío, Dios mío, ¿cuándo acabará esta locura?
--
Cuadro: Francisco de Goya y Lucientes, "Los fusilamientos del 3 de mayo".
Texto: Esperanza
El más osado de todos ha abierto sus brazos, desafiante, entregado ya a su inevitable destino. Valeroso ha sido hasta ahora–más de diez de los otros ha matado- y ahora lo será también: ya su cuerpo espera y anhela esa carga no temida, esa carga de una vez, para abrirse y desangrarse igual que los caídos a sus pies.
A su lado, un compañero mira sin ver, con los ojos fuera de sus órbitas, más aún, de sus cuencas; sólo Dios sabe lo que piensa.
Menos atrevidos son los de atrás… no son capaces de mirar a sus verdugos.
Segundos antes de un crimen, uno más entre tantos cometidos en esta espantosa guerra.
Los soldados asesinos, máquinas de matar, todos iguales y uniformes, se preparan para disparar. Es la cobardía siempre odiosa de estos desalmados invasores, que quitan la vida a los desarmados defensores de lo suyo: su patria, su oro, su rey.
La multitud contiene el aliento; saben que detrás de estos irán ellos, justo en el mismo sitio funesto, pero con más cadáveres en el suelo. Y saben que pierden a Perico, a Paquito, a Bartolomé, y a tantos otros para siempre.
¡PLAF! ¡PLAF! ¡PLAF!
Y un silencio de muerte.
La noche madrileña de este principio de mayo se hace más fría. Unas cuantas almas han dejado de respirar.
Dios mío, Dios mío, ¿cuándo acabará esta locura?
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Cuadro: Francisco de Goya y Lucientes, "Los fusilamientos del 3 de mayo".
Texto: Esperanza
3 comentarios:
hermoso e impactante cuadro en su tragedia...verlo personalmente fue fabuloso.
tos palabras acertadas como siempre.
besos
quise poner tus, una letra cambia todo sentido...espero que me saquen ek yeso prontopara poder ejercitar mis deditos rotos..
¡Me alegro de que te guste, Rosa María!
Como estaba huerfanito de comentarios, ya empezaba a pensar que no le agradaba a nadie...
Por otra parte, ¿te has hecho daño en los dedos? ¿qué ha pasado? Espero que te pongas bien pronto... y así puedas seguir escribiendo tan maravillosamente.
Un abrazo!
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