RECUERDOS PARA BERNARDA


La pobre Bernarda sigue de luto, y seguirá con él mientras viva, porque a las muertes lejanas de su marido y de su hija pequeña hay que sumarles ahora la de la vieja, loca (o eso le decían), sincera abuela. De ella ha heredado esa cofia blanca, que antes en su madre despreciaba, pero de la que ahora nunca se desprende. Debe de ser algo muy importante para ella como para que le impida vestir toda de negro, con lo cumplidora que es para los lutos.

Se pasa las horas mirando la pared, sentada en su rígida silla estrujando el pañuelo blanco en sus manos. Lo tiene arrugado como una pasa, aunque inmaculado, sólo manchado por las iniciales que trajeron la envidia, la demencia, la tormenta y la muerte a la casa. La desdicha para la madre tirana y las hijas siempre desgraciadas.

Dios sabe qué cosas piensa mientras lo aprieta: ¿pensará en su hija pequeña, la fogosa, la exaltada, tan fría ahora debajo de la pequeña lápida extramuros del pueblo? ¿o en sus otras hijas, todas exiliadas del fatídico hogar materno? Por el rictus en su cara de angustia congelada, por el temblor que sacude pasajeramente sus labios, por el lento vaivén de sus ojos de un lado a otro de la gélida estancia, algo acongoja su espíritu.

Escenario de viles escenas han sido las cuatro paredes entre las que Bernarda se consume. Gritos, peleas, envidia, mujeres enceladas encerradas en una casa: ¡horror! Palabras sangrantes de odio de hermana a hermana y de hija a madre, rayo de autoridad partido por la mitad y luego, súbitamente, trágico final. No hubo tiempo ya para evitarlo, hablar sin mandar, querer a una hija a la que nunca, por no saber, había querido. Pero de todos modos no lo echó en falta; no se arrepintió de nada de lo que había hecho, y muchos años han pasado en que todo ha seguido igual en la casa, pero con una hija menos. Y muchos lamentos y muchas mentiras a los vecinos del pueblo –todo sea porque no sospechen la gran cosa que aquí ha pasado, no vayan a contar malas historias de la familia.

Pero ahora estás sola, Bernarda. Ya sólo eres carcelera de ti misma en esta pulcra y silenciosa prisión, y con los años no sólo te han salido arrugas en el rostro. No sólo eso. Ya no eres la Bernarda de otros tiempos, la Bernarda invencible forjada de hierro; tu corazón debilitado late por primera vez en el ocaso de tu vida. Porque ahora, tan vieja, cuando hasta tu madre te ha faltado, has echado en falta a los tuyos, más que nada a los que no pueden volver, más que nada a la hija de cuyo final te culpas sin piedad y a la madre por cuyo trastorno desdeñaste tantas veces, y de las que sólo conservas, ¡oh infeliz Bernarda Alba!, un pañuelo con las iniciales del hombre que arrastró al abismo a tu hija y una triste y mísera cofia blanca.


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En honor a la tragedia "La Casa de Bernarda Alba", de Federico García Lorca.
Texto: Esperanza.
Pintura: "Combinación en gris y negro nº1 (la madre del artista)", de Whistler.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buena la pintura y muy lograda la urdimbre que has tejido entorno al tema pictórico.Coincidimos en gustos literarios.
"La Casa de Bernarda Alba", es una obra terrible por la descripción humano-social,que marca con perfección descriptiva aquella época.Muy buena tu elección,un abrazo.A.Dulac

Anónimo dijo...

¡Muchas gracias A. Dulac!

Cuando vi la pintura me quedé boquiabierta, porque es genial, sobre todo el detalle de las cortinas, es impresionante, y eso que no es muy conocida (bueno, hablo por mí, yo no la conocía, jeje).

Y la elección de la "Casa de Bernarda Alba" la hice porque una vez en el instituto representamos esa obra y me la tuve que leer, y es increíble cómo está escrita... la última escena, cuando se produce el enfrentamiento entre Adela y Bernarda y luego ella se suicida y las hermanas lloran... es estremecedor!

En fin, un abrazo y gracias de nuevo!

RosaMaría dijo...

Qué bien lo relatas, el cuadro es estupendo, un gestual, una abstracción que llega al espectador.
Gracias por tu comentario en mi blog, al fin me libré del virus y retomo a mis amigas. Un abrazo y felicitaciones.

Esperanza dijo...

Hola Rosa María! Me alegro de que te guste el relato y el cuadro, la verdad es que la pintura es cautivadora :)

y menos mal que ya se ha pasado el virus, qué mala sombra tienen ;)

Muchos besos y gracias por el comentario!

Leodegundia dijo...

El texto que escribiste para ese cuadro es magnífico y elegir el drama de la Casa de Bernarda Alba fue una buena idea.
Un aplauso fuerte para ti.

Esperanza dijo...

¡¡¡Muchas gracias Leodegundia!!! Me alegro un montón de que te guste.

Un abrazo :)

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