DOMINGO POR LA TARDE EN LA AVENIDA DE MIDDELHARNIS

Suponiendo que este camino lleva a alguna parte, he comenzado a andar, al principio lentamente, como con pereza, pero ahora camino con agilidad. Tengo frío y mis pies van solos por esta avenida remota.

Voy pensando en que ni esta tierra ni esta gente son las mías, y en que nunca hubiera imaginado que acabaría aquí.

¿Quién me lo iba a decir?


Cuando era pequeña, soñaba con cosas grandes, con ser actriz, doctora, escritora, cosas así… y una casa enorme con niños, amigos y un montón de perros. Luego pasaron los años, y nada se cumplió: actriz y doctora no fui sino en mis sueños, escritora tan sólo en las hojas de mi diario y en algunas –frías, tontas, falsas- cartas de amor. En vez de la mansión, un cuchitril, y en vez de ese montón de perros, sólo uno, lleno de pulgas y a saber qué más, que se me acaba de acercar y me sigue con sus ojos lastimeros.

No tengo nada. Trabajo a destajo todos los días, y el único día que tengo libre en mucho tiempo no se me ocurre nada mejor que venir a pasear por esta avenida deprimente, en este país deprimente que me aburre y me entristece, aunque menos que aquél del que vengo: allí, además de aburrirme y ponerme triste, me moría de hambre.

Pero este domingo por la tarde, cuando el cielo amenaza lluvia y tormenta, y cuando yo estoy aquí, sola, ¡qué difícil se me hace todo!

Ni allí ni aquí. Quisiera estar en otro lugar, en otra vida completamente distinta, y poder salir a bailar, a tomar café y a sonreír a los muchachos, como he visto hacer tantas veces en la ciudad a las chicas ricas.

Pero esas chicas ricas de los cafés, claro, no son como yo. No es por el dinero sólo. Ellas son como estas palmeras que me rodean: altas, espigadas, modernas y sugerentes, que se cimbrean al andar como éstas al darles el viento… nada que ver con mi figura rechoncha y aplanada. Quisiera ser como ellas…

Hay dos granjeros en el camino que da a la avenida. Ojalá no me vean ni me saluden, porque sin quererlo se me han saltado las lágrimas.

El perro, de repente, se ha puesto delante de mí. No me deja pasar. El muy maldito pretende que tome el camino de la derecha, pero no quiero: ¿qué van a pensar, viéndome llorar como una cría?

Ahora me miran, me saludan y me sonríen.

-¡Hola señorita! ¿Qué tal todo?

Me paso una mano para borrarme las lágrimas, y también yo sonrío.

-Perfectamente, señores.

Ni mi voz ni mi cara denotan lo que me pasa. El perro se aparta y yo sigo andando por esta avenida de Middelharnis.



--
Pintura: "La avenida de Middelharnis", de Hobbema.
Texto: Esperanza

3 comentarios:

M.Luisa Vázquez Arrondo dijo...

¡Precioso comentario sobre la pintura! ¡Quien le iba a decir al autor del cuadro que pasado el tiempo alguien le pondría voz, sentimientos y emociones!

Sigo pensando que me has tenido engañada sin darme a conocer tus dotes de escritora.

Me gusta que sigas animada con el blog. Tenemos una conversación pendiente y te contaré que voy a hacer por fin con el mío. Lo malo es que no domino tanto el ordenador como tú. Ahora serás tú la que me tenga que dar clases.

Un beso muy fuerte.

Anónimo dijo...

Sólo puedo poner: :D

Jejeje yo no te engaño Marily... ;)

Y la próxima vez que nos veamos te diré las páginas en las que me he metido para ponerlo un poquito más bonito, a ver si ponemos tu blog más chulo todavía :)

¡Muchísimas gracias por darme ánimos, Marily!

RosaMaría dijo...

Hermoso relato, maestría, y además la pintura que es una belleza. Felicitaciones.

Olvídate de fechas, de etapas, de etiquetas.

Mira. Lee. Disfruta.

Vive el arte por el arte.