LOS BEBEDORES DE AJENJO


En el frío café de la Nueva Atenas, los bebedores de ajenjo se encuentran un día más pasando las horas de su penosa vida, expiando con creces nadie sabe qué culpas. Están juntos, pero no son amigos. Son sólo compañeros de circunstancias, de soledad y de silencio. Ninguno espera la confianza, la ayuda o la amistad del otro, ni siquiera se acuerdan muchas veces de su simple presencia. La bebida es caprichosa, y no permite que en los corazones por ella envenenados haya sitio para otros.


Esta mañana, como tantas otras, se levantaron tarde y sin ganas de vivir, pensando solo en este momento, sin ver en el horizonte otra ocupación en que dedicar su tiempo. Se conforman con poco, pues no desean otra cosa más que estar en este miserable rincón del mundo, lleno de ruido de vasos y platos mal fregados, de risas desconocidas y conversaciones ajenas de gente indiferente que ni siquiera se molesta en mirarlos con desprecio, tan insignificantes les parecen.


El poco dinero de sus rentas no les da más que para malvivir; pero siempre encuentran lo justo, no para comer ni arreglar sus ajados y descoloridos, sucios y manchados trajes en otro tiempo decentes, sino para pedir otra copa colmada de ajenjo. Y es en él, en su sabor amargo, en la terrible quemazón de la garganta al tomarlo, donde estos pobres bebedores encuentran consuelo. Alto es el precio que pagan por ello: a veces, ella acierta a recordar los lujos y las alegrías de otro tiempo, a veces él consigue enfocar la mirada escéptica en derredor entre el humo de su pipa, pero, con la segunda copa y todas las que después vengan, ya ni siquiera serán capaces de eso, y como enormes amebas sin conciencia sus ojos todavía se volverán más mates, sus hombros aún estarán más caídos, su existencia carecerá aún más de sentido, diluida para siempre en el sabor dulce del ajenjo. Y esta será su triste rutina hasta el último día de su vida, en que por fin Dios tendrá clemencia y los librará de este infierno.



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Pintura: "El ajenjo", de Edgar Degas

Texto: Esperanza

2 comentarios:

A.Dulac dijo...

Es una belleza tu pie para el cuadro que en sí me gusta y mucho porque habla sin tapujos de la otra realidad de la sociedad de esa época y que tu has descrito con una rabia contenida y suave ,llevándola de la mano hasta el final inevitable y terrible de una existencia sin salida.
Felicitarte por lo hecho y darte un biquiño por ello.A.Dulac

Anónimo dijo...

Esperanza, me ha gustado tu blog al que llegué por casualidad.Te felicito y espero poder leer tus trabajos poco a poco para disfrutarlos más.
Gracias.Héctor

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