LA VENTANA EN LA NOCHE


 
Hay algo en la noche de la Gran Ciudad que la hace inquietante.

En las colmenas-rascacielo se acumulan cientos de hormigas agitadas. Cada una con sus propias penas, cada una enclaustrada en su propia celda, asándose lentamente al viento caliente de julio. Las luces azuladas se han ido poco a poco apagando. Ahora solo hay miles de ojos como platos, pero cada uno en su insomnio (¡prohibido compartir nada!). Tantos cuerpos respirando a la vez, tan juntos pero tan ordenadamente separados, en la sobrecogedora oscuridad de la noche... y sin embargo, ¡tanto silencio!

Este no es como el silencio de las iglesias, ni siquiera como el silencio de los cementerios. Es un silencio sordo, rebotando contra el pavimento una y otra vez. De vez en cuando algo lo hiere: unos tacones afilados, un grito o un quejido mal ahogado, pero nunca el canto del ruiseñor. Dicen que el silencio se comió un día, enfadado, a todos los pájaros de la Gran Ciudad, de un plumazo, y pocos seres verdaderamente vivos quedan ya.

(En aquel rincón se ha encendido un cigarrillo, y con él dos puntos brillantes clavados en una esquina. Lleva apostado en su lugar un par de horas, ¡no quieras saber lo que estará tramando!)

De repente, una ventana se enciende. Ella era la de los tacones, que ha llegado a su casa. Es, a estas horas, una de las pocas criaturas de sangre caliente que todavía se mueve y enciende las luces de su pequeña madriguera, atreviéndose un poco osadamente a alumbrar el exterior. Trasiega de allá para acá, preparando la ropa para la audición de mañana, ensimismada en sus cosas, en su mundo, en sus fantasías de hormiga liberada.

Jamás sabrá que la estoy viendo. Está a solo una calle de distancia, pero más lejos que la más lejana estrella. La veo, pero es otra desconocida más. La espío cada madrugada, pero nunca sabrá de mí, ni querrá saber. Es la distancia insalvable entre las dos hormigas. Una de ellas, inconsciente. La otra, todavía no acostumbrada, horrorizada de lo inquietante que es la Gran Ciudad.


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Pintura: Ventanas en la noche (Night windows), de Edward Hopper. 
Museum of Modern Art, Nueva York.
Texto: Esperanza



4 comentarios:

A.Dulac dijo...

Cuantos hay así Esperanza agazapados en las sombras y viviendo mil fantasias sin que la espiada/o lo sepan ...
Un abrazo de A.Dulac

RosaMaría dijo...

Misterios que encierra la noche de la Ciudad, fantasías, temores, dolor, alegría... Un compendio de sensaciones innumerables.
Muy bueno...

Esperanza dijo...

¡Muchas gracias A. Dulac y Rosa María! Me alegro de que os haya gustado.

sissi dijo...

Que misteriosa es la Gran Ciudad y cuanta soledad!

Un beso,
Sylvia

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